Papa Francisco, nuevo paradigma de la solidaridad
El 13 de marzo del 2013 será una fecha memorable para los católicos y me parece que también para la humanidad. Después de una elección papal o Cónclave inédito por haberse dado en el contexto de la renuncia previa del entonces Papa Benedicto XVI.
El 13 de marzo del 2013 será una fecha memorable para los católicos y me parece que también para la humanidad. Después de una elección papal o Cónclave inédito por haberse dado en el contexto de la renuncia previa del entonces Papa Benedicto XVI, ahora Papa emérito, salió al balcón central de la Basílica de San Pedro un hombre que sorprendió por su nacionalidad, su mensaje, pero sobre todo, por su sencillez reflejada en su primer mensaje: “Y ahora querría dar la bendición,…
Pero antes, antes, os pido un favor: antes de que el obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis al Señor para que me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí.”
Ante más de 6 mil periodistas registrados para cubrir el Cónclave, y ante la expectativa de millones, a partir de ese momento, el Papa Francisco –como decidió llamarse- definió su propio estilo haciendo énfasis en el llamado a ver por los más necesitados, por los pobres, por los niños, por los ancianos y los enfermos. No es que los anteriores Papas o la Iglesia misma hayan hecho caso omiso a ese llamado anteriormente, pero su particular forma de abordarlo, parece penetrar más hasta el fondo de los corazones de quienes le escuchan o leen.
A partir de su primer mensaje, cada palabra, cada homilía, cada audiencia y cada contacto con la gente, ha estado impregnado del centro de sus preocupación, que al ser el obispo de Roma y cabeza de la Iglesia, se vuelven en la preocupación de la Iglesia misma, y se deberían volver la ocupación de todos y cada uno de los católicos que la conforman.
La solidaridad ha estado presente en el mensaje de la Iglesia católica, en particular se le dio énfasis a partir del Concilio Vaticano II y de manera muy especial su definición y aplicación se abordan en el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, es decir, forma parte del mensaje social de la Iglesia.
Sin embargo, el Papa Francisco, sin perder ese legado, aborda con su particular sello el llamado a la solidaridad. Ha hecho énfasis en que “Dios nos acompaña, Dios nos llama por nombre…”, esto es, de manera particular, individual, no somos para Dios una masa de seres humanos, sino personas con necesidades, aspiraciones, problemas y circunstancias individuales. Eso mismo nos da una particular dignidad, la dignidad de ser hijos de Dios.
El Papa, también tiene un llamado para todos aquellos que no creen en Dios resaltando que: “La persona humana está en peligro: ¡He aquí la urgencia de la ecología humana!. El peligro es grave porque la causa del problema no es superficial, sino profunda: no es sólo una cuestión de economía, sino de ética y antropología… dominan las dinámicas de una economía y una riqueza carentes de ética” Con esto resalta que la solidaridad no es un discurso, que la solidaridad responde a la necesidad concreta de cada uno de los seres humanos que habitan este planeta, particularmente los más necesitados que tienen nombre y apellido: los pobres.
Pero el mensaje de solidaridad del Papa no se queda ahí, ya que es profundamente evangélico y evidentemente testimonial. Lo fantástico del Papa Francisco, es que no solo con sus palabras, sino con su propia vida, encarna aquello que predica. De ahí que veamos como se preocupa por todas las personas que lo rodean, desde un guardia suizo que no ha desayunado ni dormido, pasando por los niños que al calor del sol necesitan una gorra, hasta un llamado enfático y sostenido por la paz y la solidaridad con los cristianos que sufren en Siria.
El Papa llama a la solidaridad
En la homilía del Corpus Christi de 2013, el Papa nos señala cómo vivir la solidaridad a partir de un pasaje del Evangelio, que para muchos se queda como un milagro con cierto tinte de magia, resaltando que la solidaridad está en la capacidad de cambiar nuestra actitud y hacer nuestra la necesidad de los demás “¿de dónde nace la multiplicación de los panes? La respuesta está en la invitación de Jesús a los discípulos: «Dadles vosotros…», «dar», compartir. ¿Qué comparten los discípulos? Lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. Pero son precisamente esos panes y esos peces los que en las manos del Señor sacian a toda la multitud. (…) Y esto nos dice que en la Iglesia, pero también en la sociedad, una palabra clave de la que no debemos tener miedo es «solidaridad», o sea, saber poner a disposición de Dios lo que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque sólo compartiendo, sólo en el don, nuestra vida será fecunda, dará fruto. Solidaridad: ¡una palabra malmirada por el espíritu mundano!”
Un tema esencial para el Papa Francisco, es el hambre consecuencia de la pobreza extrema, resaltando que existe una “ (…) cultura del descarte –que- nos ha hecho insensibles también al derroche y al desperdicio de alimentos, cosa aún más deplorable cuando en cualquier lugar del mundo, lamentablemente, muchas personas y familias sufren hambre y malnutrición. En otro tiempo nuestros abuelos cuidaban mucho que no se tirara nada de comida sobrante.
El consumismo nos ha inducido a acostumbrarnos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento, al cual a veces ya no somos capaces de dar el justo valor, que va más allá de los meros parámetros económicos. ¡Pero recordemos bien que el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre!” y recordó, en el contexto del milagro de la multiplicación de los panes, “(…) cuando el alimento se comparte de modo equitativo, con solidaridad, nadie carece de lo necesario, cada comunidad puede ir al encuentro de las necesidades de los más pobres. Ecología humana y ecología medioambiental caminan juntas.” (Audiencia 5 de junio 2013)
Por su parte, en un discurso pronunciado ante la FAO, el Papa señaló que “es bien sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, hay millones de personas que sufren y mueren de hambre: esto, queridos amigos, constituye un verdadero escándalo. Es necesario, pues, encontrar la manera de que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que aumente la diferencia entre los que más tienen y los que tienen que conformarse con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, equidad y respeto a todo ser humano. (…)”
“Creo que el sentido de nuestro encuentro es el de compartir la idea de que se puede y se debe hacer algo más para dar vigor a la acción internacional en favor de los pobres, no sólo armados de buena voluntad o, lo que es peor, de promesas que a menudo no se han mantenido. Tampoco se puede seguir aduciendo como coartada, la crisis global actual, de la que, por otro lado, no se podrá salir completamente hasta que no se consideren las situaciones y condiciones de vida a la luz de la dimensión de la persona humana y de su dignidad. (…) Significa estar dispuestos a compartirlo todo y a decidirse a ser buenos samaritanos, en vez de personas indiferentes ante las necesidades de los demás. (…) Todo plan propuesto nos debe involucrar a todos.”
El Papa ha resaltado que el trabajo dignifica a la persona humana y es una responsabilidad de los diferentes actores y líderes políticos y sociales el que haya oportunidades dirigiendo a todos “la invitación a la solidaridad, y a los responsables de la cuestión pública el aliento a esforzarse por dar nuevo empuje a la ocupación –empleo- ; esto significa preocuparse por la dignidad de la persona” (Audiencia 1 de mayo 2013)
El Papa no ignora los problemas financieros globales y los vincula a un necesario cambio de paradigma sabiendo que la solución de los problemas está en el cambio de la visión del objetivo primordial de la economía y las finanzas en el mundo. En un discurso el 16 de mayo de 2013, señala con gran lucidez a los embajadores de Kirguistán, Antigua y Barbuda, Luxemburgo y Botswana que “la crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica, que reduce al hombre a una sola de sus necesidades: el consumo. Y peor todavía, hoy se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. (…)”
“En este contexto, la solidaridad, que es el tesoro de los pobres, se considera a menudo contraproducente, contraria a la razón financiera y económica. (…) Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los Países de las posibilidades reales de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade, una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no tiene límites. (…) Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética, el rechazo de Dios. Igual que la solidaridad, también la ética molesta.”
“En este sentido, animo a los expertos financieros y a los gobernantes de sus Países a considerar las palabras de San Juan Crisóstomo: “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos” (Homilía sobre Lázaro, 1, 6: PG 48, 992D). (…) sería conveniente realizar una reforma financiera que fuera ética y, a su vez, que comportara una reforma económica beneficiosa para todos.”
De la misma forma hace responsables a los gobernantes de todo el mundo y en una carta dirigida al Primer Ministro británico David Cameron con motivo de la reunión del G8 resalta que es de “importancia vital poner al hombre, a cada hombre y mujer en el centro de toda actividad política y económica nacional e internacional, porque el hombre es el recurso más verdadero y más profundo de la política y de la economía y, al mismo tiempo, el fin primordial de ambas.”
Conclusión
Para entender el mensaje de solidaridad del Papa Francisco, hay que analizarlo desde la solidaridad misma, lo cual significa sentir en carne propia la del más necesitado, ponernos en los zapatos de aquellos que están en la calle sin algo que comer, sin oportunidades para desarrollarse, de las madres que desesperadas no saben qué hacer con un hijo al que no deseaban, de los padres que no saben si mañana tendrán recursos para darles de comer a sus hijos, esto es lo que el llama ir a las periferias de la humanidad, lo cual implica involucrarnos de manera personal y concreta en la ayuda solidaria a los otros.
La opción preferencial por los pobres a la que llamó el Papa desde los primeros días de su pontificado, no es un llamado ideológico de lucha de clases, es el llamado evangélico de ver el rostro de Cristo que se hizo pobre pudiendo haber sido rico, en cada uno de los más necesitados y actuar en consecuencia.
El autor es Presidente Ejecutivo de yoinfluyo.com
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